El calor del verano ha reabierto el debate público sobre pensiones, aunque siempre desde una óptica estrictamente actuarial o financiera, como si el verdadero y único problema fuese ese. Los argumentos son conocidos. Por un lado, toda la pléyade liberal sale en tromba diciendo que la culpa del desfase en el sistema de pensiones la tienen los pérfidos políticos que son los que dilapidan nuestro ahorro y que si lo tuviéramos en nuestros bolsillos lo podríamos invertir en esos planes maravillosos, sin riesgo, y con rentabilidades millonarias. Los socialdemócratas de salón, que tanto abundan en las teles, que la culpa es de Rajoy que ha vaciado la hucha que dejó Zapatero, y que por tanto, si cambiamos de gobierno, la hucha y el sistema volverá al equilibrio. Del resto de agentes, poco se sabe, salvo que por algún resquicio se cuela la idea de financiar el sistema con impuestos, nuevos o no, pero que la clave es el empleo, es decir con 20 millones de ocupados, independientemente de su base de cotización, problema resuelto.
El problema es infinitamente más grave y se está hurtando el debate a millones de pensionistas actuales, pero sobre todo a millones de pensionistas futuros
El debate sobre pensiones sigue siendo maniqueo y falta de profundidad
Pero el problema es infinitamente más grave y se está hurtando el debate a millones de pensionistas actuales, pero sobre todo a millones de pensionistas futuros. El gran dilema no es si preferimos un sistema de capitalización o uno de reparto, sino si con este modelo económico en España, pero también en otras latitudes, se puede mantener un sistema público como el actual que genere pensiones dignas. La respuesta es que no. Hay dos elementos claves: por un lado la demografía, pero por otro la capacidad de crecimiento de la productividad, y por ende de los salarios. Pero por otro, y más preocupante, es si el país es capaz de ocupar a colectivos cada vez más numerosos de personas, que si no logran cumplir el periodo obligatorio de cotización, tendrán que ir a un esquema de pensiones no contributivas.
El modelo productivo actual es incapaz de generar pensiones dignas en el futuro
Analicemos ambas contingencias. ¿Qué se está haciendo para paliar el enorme problema de la demografía? Realmente nada. La natalidad es un problema tan serio que, sin embargo, los escasos intentos de mitigarla (tipo cheque bebé) se han saldado con burlas y desprestigio, sin saber que en la vecina Francia se lleva subvencionando la natalidad con fondos directos desde hace muchos años, y el resultado no es nada malo. De hecho, Francia es de los países con un sistema de Seguridad Social más saneado y con mejores perspectivas demográficas, aunque también empiezan a acusar el desempleo y la falta de futuro económico. La mayor parte de organizaciones políticas no han llevado a cabo ningún plan de contingencia, más allá de la verborrea con la conciliación y los horarios de la televisión. Como siempre, por clara incompetencia, España solo discute las anécdotas y nunca entra en el fondo de la cuestión. Mientras no se recupera de forma sostenible la natalidad, no habrá futuro para el sistema de pensiones, ni para el déficit demográfico. De nuevo, este problema nada tiene que ver con el carácter público o privado del sistema de pensiones. Pero da igual, nos seguirán martilleando con las bondades de los fondos de empresa.
Sin cambios significativos en la natalidad, vamos a la quiebra del sistema
Pero la pregunta clave es, ¿de qué depende la natalidad? La respuesta es simple, de las expectativas de los agentes, en este caso de hombres y mujeres que desean procrear, pero el futuro es cada vez más negro. Por un lado, existe un problema de expectativas de salarios e ingresos. La fórmula estructural elegida por las empresas en España es pagar bajos salarios, independientemente de la valía y formación del candidato/a, salvo si eres directivo de multinacional o del sector financiero. Por tanto, y viendo la mediana de ingresos en España en 2015: 8033€ para trabajador individual, o 16.623€ para un hogar, (cifras del INE), la probabilidad de aumentar la natalidad tiene a cero en los próximos años. Por supuesto que hay elementos adicionales que solo ponen trabas a la procreación. Horarios de trabajo espantosos, falta de una política de vivienda social de verdad, no hay apenas ayudas públicas y por supuesto, escasa capacidad empresarial para asumir unos costes que, sin duda, benefician a la colectividad.
Existen hoy en España grupos de edad que nunca volverán a trabajar, y por tanto a cotizar
Con las expectativas de salarios actuales nadie se puede plantear tener hijos
El segundo punto del conflicto es sin duda la empleabilidad, las bajas tasa de actividad y el desempleo a largo plazo. España es el paraíso para purgar a los trabajadores por motivos de edad, y que además sale barato a las empresas. El mensaje es curioso, los mismos que legislan para alargar la edad de jubilación, facilitan y permiten despidos masivos, gracias en parte a las actuales y anteriores modificaciones laborales, de colectivos de trabajadores a partir de los 45 años. Es decir, existen hoy en España grupos de edad que nunca volverán a trabajar, y por tanto a cotizar. La pregunta que surge es: ¿qué pensión tendrá un trabajador que solo haya podido cotizar 20 o 25 años? Supongo que a este colectivo también le aconsejarán que se haga un plan privado de pensiones. Pero hagamos una pequeña simulación. Imaginemos un trabajador tipo que cobre 1.000/mes. Cojamos el 28% de coste laboral que cuesta al sistema y se lo ingresamos para que él lo coloque en un fondo privado. Eso supone un ahorro anual de 3.360, sin posibilidad de ahorro fiscal porque no hace la declaración. Si ese ahorro lo capitalizamos durante 40 años, al 1% (siendo generosos), tendrá un capital cuando se jubile de algo más de 140.000€. Si vive 20 años más después de dicha edad de jubilación, tendrá una cantidad mensual de algo más de 580€, es decir en la misma indigencia que con una pensión pública, pero con un riesgo infinitamente menor y apoyando a un sistema solidario. Por tanto, este debate para una gran parte de la población es falso e interesado.
No hay un debate serio, profundo y aislado de intereses financieros y aseguradores
Si no mejora la empleabilidad de grandes colectivos de mayores de 45 años no hay solución al sistema
En suma, si seguimos apostando por una economía sin valor añadido, con empleo precario, con una esperanza de vida laboral que se acaba a partir de los 50 años, consentida y jaleada por empresas, pero también por los propios sindicatos, ¿qué nos espera a una gran parte de los que hoy tenemos más de 50 años? Surgirán nuevas formas de subsidios o rentas básicas para que malvivan estos colectivos, pero el sistema público de pensiones tal y como lo hemos conocido morirá. No hay un debate serio, profundo y aislado de intereses financieros y aseguradores para combatir el envejecimiento y la falta de actividad laboral. Desgraciadamente cada vez sobra más gente del sistema, y tal vez, a alguien se le encienda una luz y piense en que es hora de reducir la esperanza de vida de forma drástica.