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TENDENCIAS DEMOCRÁTRICAS REFLEXIÓN DE PRUDENCI VIDAL

TENDENCIAS  DEMOCRÁTRICAS

Ante la parición de partidos   en el panorama político municipal, regional, autonómico o nacional debemos cuestionaros cuáles son sus rasgos diferenciadores, dónde radican las novedades que proponen y si sus esquemas aportan valor añadido a los ya establecidos y si tienen en cuenta la proyección hacia el futuro de una sociedad altamente cambiante o si utilizan el mismo viejo corsé tejido para una sociedad que hoy en día ya no existe. De hecho, las  elecciones demuestran  que una mayor participación ciudadana intensifica la democracia y la representatividad, pero no basta sólo con votar.

A los humanistas se les suele pedir, como si fueran gurús o manipuladores de la bola de cristal, y lo explicitan las cuantiosas tertulias de politólogos, economistas y periodistas de turno, que anticipen el futuro, que lo prevean, incluso que lo manipulen al servicio de los poderes mediáticos de los que viven. Así nos encontramos con predicciones sobre el futuro catastrófico de las pensiones públicas, de la inviabilidad de la sanidad, de la escuela pública, de la energía, del agua etc. Cuando aciertan en alguna de sus «predicciones» son considerados fuentes de autoridad y sus escritos y opiniones citadas como modelos de reflexión. Cualquier realidad social depende de numerosos factores y conocer qué elementos serán relevantes en nuestra sociedad y cómo van a afectar a nuestro futuro no es tarea sencilla, aunque quienes llenan de opiniones televisiones, periódicos y emisoras no muestren esta complejidad. Quizás, y no quisiera parecer pedante tras la crítica que acabo de hacer, la mejor manera de hacer una predicción sea ver cómo ha ido evolucionando históricamente, que ha permanecido invariable y que ha cambiado a lo largo del tiempo de su permanencia en la vida política y social.

Estamos ahora ante un cambio tecnológico brutal que poco a poco, pero sin pausa, está jugando un papel muy relevante en nuestras vidas y habrá que preguntarse cómo afectarán a los partidos y a nuestro sistema político. Hay palabras que anticipan este futuro que deberían estar presentes ya en una realidad incuestionable: transparencia y mayor participación. La transparencia como virtud contra la corrupción y un control democrático [no sólo institucional] efectivo. Los medios de que la mayoría de ciudadanos disponen para exigir y controlar la transparencia política debe ser propiciada por leyes que la hagan efectiva, y cuando digo leyes me refiero a que las sanciones incluyan a instituciones y no sólo a personas … A veces, de tanto repetir programas de transparencia, nos olvidemos de su aplicación y nos quedamos en conceptos abstractos que en nada propician esta transparencia en la gestión. La tecnología debe jugar un papel imprescindible en esta transformación y, no lo olvidemos, hay una gran demanda de transparencia para que la segunda característica de futuro de nuestra democracia se cumpla: la mayor participación. Los partidos clásicos deben abandonar estos lugares comunes que los hacen opacos a los ciudadanos en sus cuentas, en sus grupos de presión, en sus privilegios económicos y sociales, en sus carreras eternas dentro de la política etc.

No todo va a ir revestido de novedad ya que los rasgos de la democracia se han ido repitiendo a lo largo de la historia y que se distinguen de los regímenes autoritarios. Me refiero a la pluralidad y a la presencia de instituciones inclusivas. La pluralidad entendida no sólo como presencia de diferentes opciones sino basada en el respeto hacia aquellos que piensan de manera diferente. Es decir, en una auténtica democracia no se persigue ni se castiga ni se desautoriza aquellos que piensen y mantengan un criterio diferente del poder establecido. Y no sólo deben ser respetados, porque el respeto sin el reconocimiento conduce a la segregación, deben tener un espacio para expresar sus opiniones (sean parlamentos, foros, medios de comunicación…). Las instituciones inclusivas no sólo garantizan la pluralidad representativa de la sociedad, sino que además han de abrir vías para que la sociedad pueda revertir los procesos políticos mediante su participación. Los que una vez fueron perdedores tienen dentro del sistema la posibilidad de que en un futuro puedan ser ganadores y esta inclusividad debe ser contemplada como un valor democrático absoluto.

Por mucho que cambien las constituciones, se abran procesos constituyentes, se aumente la participación democrática, los rasgos que deben permanecer inalterables y así ha sido a través de la historia de las democracias occidentales de profundo calado y de longeva trayectoria, son la pluralidad y las instituciones inclusivas.

Preservando estos dos factores esenciales y constitutivos de todos los procesos democráticos, podemos preguntarnos en qué pueden constar las innovaciones de cara al futuro y que los partidos «tradicionales» deben tener en cuenta.

Los partidos políticos no siempre  han tenido presente la representación de la ciudadanía. Ahora ya estamos asistiendo a otras formas de representación, que la crisis económica y política ha propiciado. Un porcentaje mayoritario de ciudadanos que se creen con razón sujetos políticos, piensan en un 57% que es posible tener una mejor representación a través de plataformas sociales (Observatorio My Word). Pero se resisten los partidos clásicos a dar protagonismo a estos movimientos sociales. De hecho, propuestas ciudadanas de miles de firmas que apoyan sus proyectos son sistemáticamente «vetadas» porque ni siquiera sean debatidas en los parlamentos haciendo de la política un club de exclusividad para los «elegidos» dentro de los partidos. En otro orden de cosas, asistiremos a cambios en la edad de los posibles votantes. En las escuelas se explica el cambio del sufragio censitario al universal y el derecho femenino a la plena ciudadanía. Por tanto, y dado que los sistemas penales actuales consideran responsables a los mayores de 16 años, y dado que la educación universal ha formado a los escolares con base sólida en su pertenencia a la sociedad, veremos como en un futuro no lejano se amplíe el número de votantes a los mayores de 16 años. Existen foros actualmente que ya han propuesto este debate. La idea de ciudadanía no puede ser una idea cerrada con llave. Son estos jóvenes los que se han educado desde su nacimiento en el acceso a la información y están reclamando su participación ciudadana. No pueden aceptar que su exclusión en la participación ciudadana esté condicionada sólo por la edad. Y para finalizar estas reflexiones, creo que reducir el concepto de participación democrática sólo al proceso de votación parece cada vez más imposible de sostener. Los cambios tecnológicos actuales ya propician una idea de democracia más amplia, ya que no sólo nuestros jóvenes están más formados sino que también se ha producido una considerable ampliación y extensión de la información. Si la información genera mayor conocimiento, la deliberación que esta información proporciona debe generar un incremento mayor y más importante donde la ciudadanía pueda participar en la deliberación de forma más intensa y mucho más amplia. Se nos pueden escapar los tecnicismos legislativos, pero no así los contenidos a debatir.

Concluyendo, los países democráticos que quieran  evolucionar a la par con suss sociedades e incorporar a la ciudadanía en su conjunto como sujetos políticos deben tener en cuenta que:

Es posible que los partidos dejen de exhibir su monopolio en la representación política y tengan que convivir de manera natural y efectiva con organizaciones y movimientos sociales que tengan apoyo ciudadano.

Que los parlamentos ya no sean los únicos centros de deliberación democrática .

 3º Que la base social del cuerpo electoral aumente con la participación de las nuevas generaciones educadas en las nuevas tecnologías.

Prudenci Vidal Marcos

Miembro de La Marea Pensionista

 

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