¿Para qué sirve el periodismo?
Hoy, el periodismo comprometido implica “amar la calle”, conocerla, comprenderla, describirla con sus gentes, con las diferentes dinámicas de poder que cristalizan en la vida social. Este es un requisito ético imprescindible para después poder comunicarlo e informarlo de manera certera y veraz y con un gran fondo de utilidad.
Como cada mañana me acerco a la ventana televisiva, a los periódicos nacionales y a los diarios digitales para estar informado de lo que ocurre a mi alrededor. Tengo la sospecha certera de que al final de la lectura sigo preguntándome si hay más datos de tal o cuál noticia, si de verdad nos informan de aquel caso policial, si aquel escándalo trasciende a los medios, si en la renuncia de aquel ministro se esconden detalles significativos. Es decir, deseo saber qué está pasando ante mis propias narices para estar seguro de que las cosas no suceden a mis espaldas y tengo la impresión que lo que ocurre a mis espaldas es de mayor calado de lo que mis ojos pueden leer.
Un factor común que aprecio en las diversas tertulias, editoriales y noticias es la presencia de un EGO periodístico puesto en demasía, incluso por encima de las propias noticias. Hacer valer su opinión, dotar de estadísticas y números, apreciaciones subjetivas etc, pero echo a faltar y mucho una vocación de servicio porque gran parte de la publicado, comentado y televisado importa mucho menos que lo que buscamos y no encontramos: lo más próximo, lo más social, lo que nos implica como ciudadanos y partícipes. La política se ha alejado tanto de la ciudadanía como la información lo ha hecho de los temas sociales.
Si el buen periodismo debería servir para crear conexiones entre la gente, aumentar el grado de conocimiento que tenemos los unos de los otros, conexiones entre nosotros y entre los hechos, permitiendo a la población que reflexione y actúe, se comunique y ejerza el contenido de la ciudadanía, creo que afirmar que hoy este cometido está muy alejado de los medios no es ninguna exageración.
La información debe tender a posibilitar que los ciudadanos tomen libremente las decisiones que crean mejor para defender sus derechos, lo cual implica una exhaustiva información crítica de la forma en que las autoridades gobiernan, legislan e imparten justicia. Con su “especial mirada” implica mostrar aquello que por distintas razones- y explicarlas- permanece oculto a la mirada de los ciudadanos y, sobre todo, en cómo afectan las medidas, que se desarrollan en todos los ámbitos políticos, sociales y económicos, en la vida cotidiana. Debería también, el buen periodismo, transformarse en un actor que obligue a quienes gobiernan a rendir cuentas de sus acciones y a hacerse responsables de sus decisiones políticas, de su comportamiento cívico y de su respeto a los ciudadanos y a las instituciones. Otro objetivo del buen periodismo debería ser ofrecer tal información para que los que “saben más” no se aprovechen de los que saben menos, es decir: si el periodismo debe ser un espejo para analizar la
sociedad, en la misma media debe permitir dar voz a quienes no la tienen para generar empatías entre realidades diferentes y/o próximas y sensibilizar sobre las diversas injusticias de la sociedad moderna. Sobrepasar los discursos oficiales y escudriñar de verdad a quienes llevan las riendas explícitas u ocultas de nuestras sociedades.
En definitiva, el periodismo debería ser un instrumento de “empoderamiento” de los ciudadanos de a pie. Por eso mismo vemos con la perplejidad del ingenuo como el periodismo se pone al servicio de unos pocos intereses y frecuentemente manipula los hechos, tergiversa la realidad, distrae la atención. No por el sencillo hecho de que hoy existan más diarios, telediarios, tertulias estos sean más decentes y más democráticos, y un hecho cabal: la gran difusión de Internet ha posibilitado el acceso a la prensa digital mucho más libre, objetiva y cercana a la ciudadanía que sirve de telescopio y de microscopio de eso que llamamos “realidad”. Establecer las causas y las consecuencias de los procesos y fenómenos sociales, amplificar la mirada a todo aquello que escapa a la mirada rápida a los titulares (fuente de opinión primera para los que dejan de pensar y opinan utilizando el pensamiento de otros…) hace que el trabajo periodístico llegue a las personas como un relato con sentido y no como una visión borrosa e interesada de la realidad.
Hoy, el periodismo comprometido implica “amar la calle”, conocerla, comprenderla, describirla con sus gentes, con las diferentes dinámicas de poder que cristalizan en la vida social. Este es un requisito ético imprescindible para después poder comunicarlo e informarlo de manera certera y veraz y con un gran fondo de utilidad.
Finalmente, el periodismo ético debe estar íntimamente ligado a la democracia y a sus procesos. Es un mandato ciudadano que, si bien obliga a la fiscalización, debe también favorecer la comprensión del mundo en que vivimos y sus circunstancias. Y esta no puede ser una aproximación escéptica, aséptica que todo lo resuelve con citas de fuentes responsables y datos exactos. En este sentido y de forma muy cabal, el periodismo avala las decisiones que toma en un sentido estético y ético a la vez.
Y es en estos dos sentidos cómo los periódicos digitales, algunos, recogen el sentir de la calle, de los movimientos sociales, de las angustias ciudadanas, del arte popular, de los acontecimientos vecinales, de las ferias… El próximo día 15 de diciembre, sábado, la “Coordinadora Estatal en defensa de las pensiones públicas” celebrará manifestaciones en cientos de ciudades de todas las comunidades autónomas de este país (Plaza Urquinaona en Barcelona 11 de la mañana) reclamando lo que ya fue nuestro y lo que reclamamos para el futuro como derecho constitucional.
Esperamos que acudan a la llamada cientos de miles de ciudadanos responsables y que los medios de comunicación de todo tipo den protagonismo a esos miles de ciudadanos, a sus preocupaciones, a sus ansias de vivir y dejen de lado a los políticos y
sindicalistas que “aprovechan” la multitud para hacerse ver como protagonistas de una “diada” que pertenece exclusivamente a la ciudadanía.
Prudenci Vidal
Miembro de la Marea Pensionist