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Prudenci Vidal Marcos “SOBRE EL POPULISMO”

“SOBRE EL POPULISMO”

Es este un término que desde hace un tiempo se acuña permanentemente en todos los medios de comunicación. Tildar a uno de “populista” es lo mismo que descalificarle y/o insultarle. Menospreciar a alguien que no concuerda con tus propias estructuras políticas y mentalidades partidistas es el calificativo que más se le atribuye.

Pero vayamos a la reflexión semántica de la palabra: proviene del latín “populus”: álamo que crece en la riberas húmedas. ¿Y qué tendrá que ver con la política un árbol? Pues mucho. En los orígenes de Roma (quien haya estado en Roma durante el estío sabrá qué temperaturas alcanza el termómetro…) los recodos sombreados por estas agrupaciones de árboles era el lugar en que se reunían los habitantes de aquellas siete colinas para tratar y acordar los asuntos de su gobernación. Era una intervención directa de todos los ciudadanos. Cuando éstos fueron incrementando su número y la Roma republicana debía dotarse de instituciones estas asambleas populares no se extinguieron sino que fueron absorbidas por las llamadas Curias.

Los partidos establecidos desde hace décadas, incluso coaligados con otros análogos europeos e incluso mundiales, en partidos internacionales como los socialistas, los Populares, los Liberales etc. se acusan mutuamente de “populistas” en campañas electorales cuando introducen promesas que saben perfectamente que no van a cumplir. En todas las elecciones aparecen partidos nuevos que rechazan a los partidos políticos tradicionales y en sus propuestas y sobre todo en sus discursos callejeros se muestran combativos frente a las clases dominantes que impulsan a esos partidos tradicionales y los líderes de dichos movimientos se muestran como “redentores”. La apelación al pueblo para reconstruir el poder apoyándose en las clases bajas se argumenta en los privilegios y favoritismos de las élites dominantes.

El término “populismo y populista” adquiere un matiz absolutamente peyorativo al hacer referencia a medidas que sólo buscan el asentimiento de los votantes sin importar si esas medidas son realizables, posibles y van a representar un valor añadido al aportar felicidad, progreso y bienestar a la población. Hay una acepción de “populismo” que no aparece en la terminología política: la adopción de medidas que desequilibran la balanza en la distribución de la riqueza, de las libertades y de los derechos de un país y de esto aquí en España y en Cataluña tenemos una larguísima experiencia.

Ahora cabe preguntarse si los movimientos sociales democráticos y transversales, que no quieren rivalizar políticamente con los partidos ni socialmente con los sindicatos, son movimientos populistas en el sentido peyorativo o hay que buscar un significado altamente positivo a la acepción.

Los politólogos describen cuatro fases en los movimientos populistas:1ª el éxito del inicio,2ª los desbalances,3ª la aceleración de los desbalances,4ª el ajuste. Analicemos:

La Marea Pensionista lleva ya seis años “peleando “ por el mantenimiento del sistema público de pensiones. Hemos tenido que “picar mucha piedra” en la calle, en casales, asociaciones de vecinos, ferias populares, fiestas de barrios… para alertar a la población de que se nos venía encima el demonio del neoliberalismo con toda la legión de diablillos a su servicio. La permanente persistencia en la vocación de servicio nos llevó a contactar con movimientos similares hasta poder concretar nuestra asociación en la Coordinadora Estatal y llamar la atención a los medios de comunicación de que la generación antifascista estaba otra vez en pie para reclamar, analizar y pactar los derechos que la trituradora neoliberal europea en manos de los Populares (nunca tan impopulares) estaba deshaciendo. Seis años en la calle, en los ayuntamientos, en los Parlamentos autonómicos, en los periódicos, en las televisiones locales… y nada. Pero la fuerza de la razón se impuso a la razón de la fuerza de la tanqueta destructora y el 22 marzo de 2018 más de 300 asambleas manifestaron su ciudadanía, sus ansias de justicia y de igualdad con la manifestación más ampliamente expansiva que nunca se haya celebrado en este país.

Por lo tanto, el nacimiento no fue un éxito; fue un parto con mucho dolor, mucho trabajo, mucha lluvia encima y muchos kilómetros recorridos. Si el análisis de los politólogos es cierto, ya no cumplimos el primero de los requisitos para ser llamados “populistas”.

Los desbalances: aparecen las divisiones, el caudillaje y las filiaciones político-sindicales resquebrajan el movimiento, prevalece es espíritu de campanario como un movimiento residual y local.

Pues tampoco. Siempre nos hemos manifestado como un movimiento transversal donde tienen cabida todas las personas –nunca asociaciones- que acepten los puntos de nuestras reivindicaciones y damos apoyo a todos los demás movimientos sociales que lo requieren. Nuestro movimiento es asambleario permanentemente y los cargos representativos han sido elegidos por quienes asisten a las asambleas. Si alguien rompiera nuestro apartidismo dejaría de representarnos “ipso facto”. Nuestro movimiento se internacionaliza con nuestra asistencia en Ámsterdam, Bruselas y Santiago de Compostela (en el mes de febrero en Bogotá) en las jornadas europeas en defensa de los sistemas públicos de pensiones.

Por lo tanto, el segundo de los puntos “populistas” tampoco los cumplimos.

Si el segundo no se cumple, su expansión es imposible y el cuarto elemento, el ajuste, no tiene cometido alguno.

¿No será que la acepción “populista” significa también “surgido desde el pueblo”? Si es así, y lo es, entonces los movimientos sociales son todos ellos populistas porque han nacido siempre desde abajo, desde las clases populares (no nos creemos eso de la clase media) y reclamamos que nos devuelvan aquello que es nuestro, que fue nuestro y que han ido talando en contra de los derechos populares que han conformado, conforman y conformarán la verdadera razón de ser del estado. Sin una protección a la vejez, pensiones dignas y suficientes; sin una sanidad universal y de calidad; sin una educación pública que abarque desde el nacimiento hasta la universidad; sin unas residencias donde se atiendan las necesidades de quien ya no puede cuidarse a sí mismo, no hay democracia real, porque la atención al pueblo es la única justificación de la existencia de las estructuras estatales; si lo que es público quieren privatizarlo nada queda para la gobernación, todo permanece en el libre comercio y los derechos sociales no deben estar sujetos a ningún tipo de comercio.

¡Los derechos se defienden, gobierne quien gobierne!

Prudenci Vidal Marcos

Miembro de La Marea Pensionista

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